lunes, noviembre 23, 2009

Desde el borde hacia el vacío...

Mi corazón late fuerte, mi respiración entrecortada, zumbido en los oídos, todo va rápido, todo da vueltas... Estoy de pie en el borde del abismo y estoy muy asustada. Es el miedo a lo desconocido, y que nada de lo que he vivido me prepara para lo que me toca vivir ahora. Aún así, es estimulante, de vencer ese miedo dependen tantas cosas y esta batalla hay que darla con la vista al frente y sin escudos.

Cómo no voy a sentir temor, si estoy mirando un vacío al cual debo saltar para volver a mi hogar. Aunque todos los días duermo, no descanso. Porque solamente puedo alcanzar un sueño profundo y reparador en ese abrazo, en ese hogar y en esa cama. Pero hoy ese abrazo es mezquino, ese hogar está sucio, y saber que no soy yo quien puede limpiarlo, es frustrante. Pero sentir que en esa cama hay amor, y está enmarañado, es aterrador.

¿Qué hago entonces? Ignorar el vértigo y lanzarme al vacío. Tengo que hacerlo.

Es extraño aprender a ver la nada, como un todo. Este vacío al que me estoy lanzando está lleno de posibilidades. Nada se manifiesta, pero todo está contenido, es potencial.

El vacío es desorientador. Aterra la sensación de no tener nada a que aferrarse, o no tener indicaciones de hacia dónde te diriges. De la nada hacia la nada el camino parece ser el de la ansiedad, la preocupación, la desesperación. Pero hay una esperanza, de la nada hacia el todo el camino es más difícil pero posible. Luego de lanzarse hay que relajarse y disfrutar del silencio entre palabras. Escuchar los espacios entre respiraciones y latidos. Atesorar cada minuto de la experiencia. Cerrar los ojos y disfrutar del viento en la cara mientras te dejas caer.

Respira hondo.

Compás de espera.

Algo importante está esperando del otro lado.

jueves, noviembre 19, 2009

Renaciendo

Tengo la sensación de estar saldando una deuda "kármica". No sé si realmente habré tenido una vida pasada, pero si hay algo que tengo claro es que no hay que ir tan lejos para descubrir como "vidas anteriores" marcan nuestra forma de llevar a cabo nuestra existencia.

Así como los bebés dejan el cuerpo de la madre, o de lo contrario morirían, lo mismo debe ocurrir una vez que ya llevamos un tiempo caminando en esta tierra. Un día sentimos que nos llega el momento en que debemos salir de un útero que no es sólo físico, sino que mental y espiritual. No basta con salir de la casa para renacer. Hay que salir de todo. Solamente en ese momento se rompe con el pasado y es entonces cuando me convierto en un "yo" independiente, con mi propia realidad y mis propios pies sobre la tierra.

¿A qué apunto con esto? A que sin importar lo que hagas, pienses o decidas, date el tiempo para observar. Y luego pregúntate: ¿esto viene de mí o de otra persona? Y te sorprenderás. Así como me sorprendí yo. Tal vez se trate de tu madre, tu padre, o tu abuela. Están ahí, y sus palabras permanecen grabadas desde el primer momento en la forma de un consejo, una orden, un castigo... el "mandato".

Y así puede que vayas descubriendo a mucha gente, y por el simple hecho de saber que no eres tú, un día decidirás no seguirlos. No importa cuales sean las consecuencias, siempre y cuando estés decidiendo por tí mismo, estarás siendo maduro. Y es que ya llevas tanto tiempo siendo dependiente, que todas esas voces te han llevado a hacer una gran maraña que debe ser desenredada de adentro hacia afuera.

Por eso es que apenas he podido descifrar una voz que no es la mía, le he dicho adiós. Sin resentimientos. Porque ella no es mi enemiga, porque yo sé que no hay malas intenciones detrás. Solamente me despido porque me impuso algo que me convirtió en una esclava de mí misma. Y si bien hoy sigo viviendo en la casa de mis padres, definitivamente siento que ya no es mi hogar. Mi mente y mi espíritu se están liberando. Mi cuerpo necesita lo mismo para poder terminar mi proceso.

Hoy mi hogar está en otro lado, donde pueda tomar mis propias decisiones, ser mi verdadero "yo" y formar mi propia familia. ¿Ves? Me demoré un poco, pero renací. Salí de la crisálida. Ahora estoy secando mis alas y preparándome para volar.

Y si insisto en hablar, es porque si hay algo que me puede liberar, es mi propia voz.

Confío en que podrás hacerlo tú también, y ser tan grande, tan glorioso y tan único...
...como la vida misma.





domingo, noviembre 08, 2009

Heridas y cicatrices...

No basta con sentir que una herida ha dejado de sangrar, también hay que rehabilitar el órgano dañado. Ante el más mínimo estímulo parece que la cicatriz punza, y se teme que vuelva a producirse la misma lesión.

Siento que todo lo que estoy haciendo vale la pena. Es parte de la rehabilitación. Hay que hacer reposo, pero luego se debe retomar lentamente el movimiento. Hay que seguir adelante y curar el corazón dañado con el mismo amor que un buen día lo convirtió en un objeto ajeno dentro de mi cuerpo. Mi corazón no me pertenece, me siento vulnerable. Pero así como el mío le pertenece a otro, hay alguien significativo que me entrega el suyo. Entonces los temores se disipan y surgen nuevas esperanzas.

He dejado de pensar obsesivamente en el futuro. Temía lanzarme a la vida. Me insegurizaba con un "que tal si..." y me privé de experiencias vitales. Ahora son otras las cosas que me asustan: la distancia, el tiempo. Me causan ansiedad, preocupación, me vuelven impulsiva. Debo controlarme.

Era incapaz de tomar decisiones. La del clásico "elige tú". Ahora decidí actuar sin pensar demasiado, estoy dispuesta a luchar por lo y los que amo.

Y aunque duela caerse, tomé la decisión de pelear una nueva batalla, porque sólo fracasa quien no lo intenta.

miércoles, noviembre 04, 2009

Palabras al viento...

Estos días son muy extraños. Hay una suerte de armonía mágica, que empieza lentamente a reabrir canales. Aunque las palabras sólo reúnen trivialidades, los silencios acusan la falta de palabras para describir sensaciones en proceso de definición.

Hace unos meses, la mezcla de eventos disruptivos y un período de inseguridades desembocó en una ruptura de decisión unilateral. El conflicto entre mantener las cosas como estaban o ejercer una presión para liberar energías estancadas que debían movilizarse. Una vez que logré entender la necesidad de esa liberación de tensiones ocultas, acepté la situación y comencé mi propio proceso de crecimiento y renovación personal.

Cuando quienes constituyen una pareja sienten que van en direcciones diferentes, o uno de los dos cambia de parecer con respecto a lo que desea, conlleva cambios súbitos. Es importante aceptar el cambio, no mantener los pensamientos igual que antes, ya que eso sólo mantiene el conflicto constante. Al final, los cambios siempre resultan ser positivos.

Este año ha sido un largo período de desafíos. De pesadas cargas e impedimentos. Aún externos o de naturaleza logística parecen conspirar contra todo proyecto: tantas horas de trabajo, no tener tiempo para uno mismo ni para otro. Otros internos: malas experiencias ajenas se convierten en inseguridades propias, deseos de uno se convierten en presiones para otro. Distancia, desapego, falta de demostraciones afectivas, más barreras.

Son necesarias las reflexiones profundas y las separaciones (temporarias). Cuidado, porque existe la tendencia a mirar lo malo, lo que causó la separación, en vez de lo bueno, lo que nos llevó a querer estar juntos un día y para siempre. Es el momento de cerrar los ojos, escuchar al corazón, volver a abrirlos y hacer lo que sea necesario.

Si sientes que tu vida no se realza con esa persona, no se resuelven las dificultades del pasado o hay incompatibilidades absolutamente irreconciliables, entonces es el momento de finalizar. En cambio, si sientes que eres feliz y estás completo cuando estás a su lado, si hay complemento en las diferencias y es posible fijarse logros en conjunto, esto es tan sólo un período de prueba.

Creo poder lograr mucho por mi misma y que cualquier cosa que emprenda junto a otro podría funcionar realmente bien. Me siento preparada para apoyar y ser apoyada, en vez de pelear o mantener distancia. Unos le llaman sincronía, otros coincidencia. Cualquiera sea su nombre, confío en mi intuición, esa que me dice que pronto nos encontraremos en el lugar y el momento adecuado para darnos una generosa oportunidad. Mi espíritu está optimista, mi corazón está abierto.

¿Qué dices tú?

Y yo, la tonta, espero que el viento me conteste...