lunes, julio 21, 2008

Limpieza

No sé si el resto de los mortales compartirá la periodicidad, pero tengo la tendencia a hacer "orden y limpieza" cada semestre, con el fin de empezar el nuevo con energías renovadas.
Ya no soy estudiante, pero dado el tipo de trabajo que escogí, el régimen semestral se sigue aplicando y resulta bastante práctico sobre todo si se quiere evitar una sobrepoblación de cosas inútiles.

Hay gente que se autodenomina "cachurera" y evita lo más posible rutinas como las que yo realizo. Me parece respetable, ya que pasan por previsores ("no lo botes, puede servir más adelante") y ciertamente, tienen acceso a recuerdos que yo no, ya que o lo guardo en mi cabeza o simplemente no hay evidencias.

A veces me gustaría poder ser cachurera de cosas rosas. Ayudando a mi novio a hacer limpieza de cachureos me encontré con billeteras viejas llenas de papelitos con mensajes, tarjetas de amor, dedicatorias... Yo alguna vez tuve esas cosas, pero las boté, considerando que eran innecesarias.

Tal vez yo sea una de esas personas que necesitan de la limpieza física para sentir que el corazón y la cabeza también están limpios. De esas personas que no pueden soportar la nostalgia, y prefieren eliminar todo con tal de evitar malos sentimientos. Otros, prefieren guardar cosas y aceptan que son parte de nuestro crecimiento y aprendizaje.

A veces me suceden o veo cosas que me hacen recordar aquello que creí olvidado. Y cuando recuerdo, también recuerdo porqué eliminé las evidencias... y reconozco que boto todo porque no puedo contra la fortaleza de una experiencia vivida. No hay basurero que aguante.

Vale decir que a juzgar por el tiempo pasado, muchos de los papelitos que encontró mi novio también se fueron a la basura. Definitivamente el papel no es más importante que la experiencia.

miércoles, abril 09, 2008

Responsabilidades vinagres

Hace un par de días leí en el diario que las mujeres casadas aumentaban en 7 horas su jornada de trabajo. Con ese tipo de estadísticas, me pregunto qué es lo que efectivamente buscan conseguir los medios: que las mujeres casadas contraten nanas, que las mujeres dejen sus trabajos para trabajar solamente 7 horas en la casa, o la que pensé yo apenas vi la nota, "¡jamás me casaré!".

¿Cuál es el punto de estudiar una carrera y ser profesionales si llegado el momento del "sí" nos convertimos inmediatamente en nanas de nuestros esposos e hijos? Nos toca difícil, compañeras congéneres. No nos tocó ser machos reproductores, proveedores, los que "dan". Nos tocó ser las que "reciben", y recibimos bastantes responsabilidades.

Ser mujer profesional, es difícil. Ser mujer profesional y querer formar pareja y familia, más aún. Porque hay que ser buena profesional, buena amante, buena madre y en resumen buena en todo. Y al final lo más injusto de todo es que sólo los hombres son considerados como el vino de guarda, a quienes se les considera atractivos con canas "interesantes", hedores "de macho" y poncheras "acogedoras". Mientras tanto, las mujeres que hacemos tanto simultáneamente y además debemos vernos impecables, parece que tenemos el destino vinagre de un dulce varietal que se quedó esperando un proceso que le asegurara un exquisito paladar.

¿Salud?

lunes, marzo 10, 2008

Paso a paso

Mucha gente dice que es mejor no contar un proyecto porque sale frustrado. Que es mejor esperar a que todo esté listo para darlo a conocer.

Yo estoy de acuerdo. Creo que no hay nada más penoso que ser un Charlie Brown a punto de patear el balón, pasándose mil y una películas de lo que sucederá una vez que se anote el gol de la vida, y a último minuto... fallar. Y es que la frustración ante la expectativa tiene un inmenso poder que nos hace caer más fuerte cuando ésta no se cumple. A todos nos ha pasado en navidades y cumpleaños, pero cuando se trata de una situación "de vida" ciertamente es peor.

Existe una peligrosa tendencia a adelantarnos a lo que nos sucederá, desde el pololo ideal que nunca fue, pasando por cuando y cómo me voy a casar, o los hijos que voy a tener y cómo se llamarán (saludos, Ale), a la casa soñada, a la carrera realizada... y así surgen no pocas frustraciones por lo que "esperamos que sea y no se cumple", y honestamente creo que deben ser evitadas.

No se trata de no tener proyectos a futuro, por supuesto que todos queremos lograr algo en la vida, sino ¿para qué estamos aquí? El punto es que somos seres humanos, y no máquinas programables. Y así como vamos viviendo cada día, vamos tomando decisiones, cometiendo errores y haciendo cambios, que hacen imposible saber en qué terminará todo lo que hacemos. En resumidas cuentas, podemos estimar todas aquellas cosas que nos gustaría hacer en determinada etapa de nuestras vidas, pero no podemos adelantarnos a los detalles o mucho menos a los resultados o efectos que traerán lo que hagamos a futuro.



¿Cuál es el punto en emprender un viaje si me adelanto a mi destino? Nada sería sorprendente y ni aún logrando lo que queremos nos alegraríamos, porque ya habríamos sabido que lo lograríamos, esfuerzo o no de por medio. Nuestra vida es un viaje del que sólo sabemos cuando comienza. Esa es la gran gracia de todo esto, dar un paso a la vez y disfrutar cada estación, llevándonos de ellas las postales de lo que nos hace seguir avanzando.

lunes, febrero 04, 2008

Murphy

Ok, ok.

Justo ahora que me iré de vacaciones empiezan a pasar cosas.

Yo y mi bocota.

¡Maldito Murphy!

sábado, febrero 02, 2008

Y así con la Teoría del Caos...

...que Ian Malcolm defendía diciendo: "La vida se abre camino".
Pues yo le pregunto ahora:

¿Quién me escondió la llave?

Miedo

Siento la angustia de otros como si fuera la mía.

Tengo temores que no me pertenecen, tengo experiencias que no he vivido, tengo lunares escondidos que quisiera mostrar a veces. Tal cicatrices de guerra, que se lucen con orgullo, ¿pero de qué guerra me hablas si apenas estás viviendo una batalla?


No quiero llegar a ser tan dura conmigo misma, que ni siquiera yo pueda herirme. Que mi corazón se vuelva de piedra, ah no, ¡eso nunca! Porque mi corazón siente y se retuerce aunque sea a escondidas, para que nadie lo note. Eso espero, y a veces creo.

Temo alejarme de lo que ya he dejado, y es que cuesta tanto despegarse. De lo que se ama, de lo que se desea, de lo que hace feliz. Temo dejar cosas que ni siquiera he alcanzado, y es que también cuesta dejar lo aquello que significa algo.

Tengo miedo de decepcionar a otros tanto como a mí misma. Tengo miedo de no poder entregar como merecen, y de no recibir cuando he entregado. El miedo hoy me corta las alas, así como un mal día me cortó las piernas y el corazón por no atreverme a seguir el camino más difícil. O el más fácil. Nunca lo sabré.

Tengo miedo de perder, de ganar. Incluso a veces de competir.
Y no quiero tener miedo, porque así no llego a ninguna parte.
Y si hay algo que no temo, es a llegar a alguna.

miércoles, enero 16, 2008

Besos

Tantos besos, tanta experiencia, tanta vida. Y es que en cada beso se entrega una parte de nuestro ser y sentir. Besos sin sentido, concretos y fríos, quedan en el olvido cuando se conoce el sabor de un beso indescriptible, cargado de amor y verdad.

Besos diarios, cálidos pero sencillos, contrastan con besos especiales, de pasión, de deseo. Besos que se extrañan, besos olvidados, besos que sorprenden, torturan y marcan como un hierro candente.

Un beso suave, una caricia, casi una cosquilla. Un beso extraño, como si no fuera un beso, casi besando el aire, sólo para no tocar sus labios. Qué extraño poder, liberar tanto pudor oculto entre dos personas que intentan desnudar algo más que el cuerpo. Entregar el alma en un beso, cuando ya no puedes contenerla más, como si el cuerpo no bastara para fusionarse y quedarse eternos, aunque lejanos, como un paradójico abrazo de esencias intangibles.

Tanta extrañeza ante culturas que no conciben los besos si no hay una profunda conexión. Tanta ligereza en nosotros y otros tantos que reparten besos como si no significara más que una formalidad. Un frío y concreto beso de saludo puede abrir puertas, y uno igual de despedida se pierde para siempre.

Con besos de amor y verdad, abro puertas y recorro destinos, mas no sirvo para despedirme.
No puedo regalarme sin esperar algo a cambio. No soy tan altruista. En casa beso de despedida entrego un pedacito de mí que puja por seguir su huella y volver a su origen. Sólo para atraer al nuevo dueño de vuelta al lugar que a él y a mis besos le pertenecen.