lunes, julio 31, 2006

Por Mi Grandísima Culpa...

Me declaro culpable:

De querer ser prioridad.
De querer anular mis preocupaciones con comida.
De que la ropa me quede apretada.
De que mi madre me ponga a dieta.
De desear vacaciones más largas y tranquilas.
De preocuparme demasiado por los demás.
De no querer atosigar a nadie con mis problemas.
De no aprovechar oficios anejos.
De esperar sacrificios de otros.
De no compartir responsabilidades.
De callarme para no ofender.
De angustiarme innecesariamente.
De provocarme dolores musculares y dormir mal porque me sigo dando vueltas en cosas por las que no debería preocuparme sola.
De frustrarme porque finalmente no puedo resolver todo sola.
De ser tonta por todo lo anterior...
De no ser tonta por darme cuenta...
Y querer un cambio, porque sobre todo...

Me declaro culpable de ser egoísta y querer mi bienestar.


domingo, julio 30, 2006

Nada = Todo

"Nada..." Es lo primero que sale cuando me preguntan qué me pasa cuando tengo cara de apestada. Es que decir que a una le pasa "algo" implica explayarse en los motivos pertinentes y entrar en reflexiones personales luego de las que una termina llorando no tengo idea por qué. Ahí es peor porque el otro cree que a una le pasa algo grave, tiene depre o qué sé yo. A veces uno se guarda cosas que al final tienen que salir de alguna forma, aunque sea líquida. Algo es algo.

La cosa es que, hace un año en esta misma época, comencé este blog reflexionando sobre la casa en la playa, la abuelita, las reconfortantes caminatas en la playa, el descanso y la recarga de energías para el segundo semestre. Me da mucha pena decirlo pero esta vez no puedo escribir lo mismo. Mis sentimientos son opuestos. En otras palabras, estoy apestada.

La casa en la playa estaba fría, y quisimos calentarla con calor humano, amor, y un brasero. El brasero sirvió, pero también causó las rabietas de la abuelita porque le molestaba el olor. El incienso para aplacarlo tampoco ayudó, sino todo lo contrario. Las rabietas no llegaban de parte de la abuelita, sino que pasaban de la abuelita a mi madre y de mi madre al teléfono que sonaba en mi oreja en la mañana. Qué linda manera de despertar en las vacaciones, oyendo reclamos desde 300 kilómetros por algo que ocurre a 2 metros de mis narices. Simplemente desagradable.

Ante el fracaso del brasero, el calor humano y el amor seguían como prioridad para mí. Pero me vi privada del calor que esperaba. Sintonizador malo, señales erradas, no sé. No haré mayores comentarios al respecto.

La abuelita cumplió un año más, y eso me hace feliz porque a pesar de sus rabietas la adoro. Mi madre llegó para sorprenderla y no molestó tanto como yo creí que lo haría. Pero desde ahí vinieron ciertas opiniones y reproches que me hicieron reflexionar y pensar y sentir cosas que no quiero. Me da pena y sobre todo, rabia por ser tan vulnerable.

Hay cosas que neutralizan los malos sentimientos que uno pueda llegar a tener: besos, abrazos, comida hecha y recibida con amor. Pero lamentablemente no me siento bien, no me siento recargada de energía, tengo lata, tengo ganas de irme a cualquier parte. No quiero estar aquí. Quiero volver atrás, empezar la semana de nuevo.

Tengo ganas de no seguir pasos ajenos y poder hacer lo que mi corazón me manda: no contenerme, ser independiente y salir a caminar kilómetros sintiendo la arena masajear mis pies y la brisa fría y húmeda golpeando en mi rostro para después, cuando vuelva, sienta aún más calor de hogar.

Mientras escribo me alivio un poco, porque no podía decirlo, no me salía. Ahora mis dedos hablan por mí, me ayudan mucho a desahogarme. Me siento mejor.

Dije que no me pasaba nada. Mentí. Lo reconozco.