martes, octubre 04, 2005

Verde de Envidia


¿Como se sentiría usted si a su lado, frente a la caja de un negocio, una persona encuentra 2o mil pesos y luego de verificar la inexistencia del dueño, guarda en su bolso tan preciado botín?

Sí. Debo reconocer que por primera vez en mi vida sentí envidia de la más cochina. De esa que imagina golpeando al suertudo con tal de arrebatarle su tesoro. Decidí que lo mejor era canalizar positivamente mi tan mala energía. Intenté ponerme en el lugar de quien había perdido su dinero, que para muchos nos significa el disponible para todo un mes.

Sentí pena y alegría. Extraña pero posible combinación. Pena por quien perdió su dinero, alegría por quien lo encontró y también por mí, que si bien no había ganado, no había perdido nada y eso me daba cierta tranquilidad.

El pensamiento de "todo pasa por algo" resulta beneficioso en estos casos. Pensé que, aun estando a mi alcance, el que mi compañera hubiera encontrado el dinero significaba que ella lo necesitaba más. Si yo lo hubiera encontrado, probablemente se habría perdido en cosas inútiles que no compraría con mi propio dinero, y la pérdida de otro habría sido totalmente en vano.

Mis regalos divinos se acercan más a las cosas que alegran el espíritu, en vez de aquellas que alimentan debilidades (in)humanas. A mi no llegan billetes, pero sí un helado gigante en un reencuentro amistoso o una moneda de $500 en un paradero de micro, justo cuando las monedas escasean. El dinero puede comprar mucho, pero muchas veces los verdaderos buenos momentos se ven acompañados tan sólo de una humilde tostada con mantequilla y un té con bolsita compartida.

Luego de mi autoconvincente reflexión, decidí que no necesitaba el dinero venido del suelo. Extrañé las cosas realmente importantes, y dediqué unas horas para mi descanso. Cuando desperté, sólo tenia hambre de pan en vez de ambición y avaricia injustificada. Me sentí bien.

Pero a pesar de todo... ¡habría sido tan rico que yo encontrara esas 20 lucas!