lunes, agosto 10, 2009

Declaración antes de (intentar) dormir

Estos días han sido muy extraños. El tener esa sensación de incertidumbre y luego de terror a que todo se vaya al carajo ha resultado ser lo que necesitaba para al fin abrir los ojos.

No he dormido nada. Esa maldita sensación de que lo que acaba de ocurrir podría ser el fin pero en realidad puede que no, no deja de ser abrumadora y mentalmente desgastante.

He pensado constantemente en lo que he hecho, ahora de una forma más objetiva, porque uno siempre jura que lo que hace lo hace para mejor, aunque en realidad esté metiendo las patas hasta el cuello. Frente al espejo uno siempre trata de buscar su mejor ángulo, sin embargo, cuando alguien te toma una foto desprevenido te das cuenta de la pifia en la frente, del cototo en la nariz que el cirujano no logró remover, o de las pequeñas líneas que comienzan a marcar el paso por este planeta.

Esto no se acaba aquí. Estoy segura.

Esto es un nuevo comienzo, es la oportunidad de reivindicación y renovación que necesito.

Tengo que reconocer que tengo miedo. Me asusta lo desconocido y el ver que tal vez el tiempo no me ha enseñado lo suficiente y tengo que aprender un poquito más a la antigua, con más sangre, más sudor y más tierra. Y lo que más me asusta, es que tal vez no he aprendido lo suficiente para enfrentar lo que se viene. ¿Seré capaz de enfrentar el desafío? ¿Lo lograré?

Y en el fondo es este maldito miedo al fracaso el que me hace ser tan neuróticamente racional. Y es que reconozco que mi peor pecado ha sido pensar demasiado las cosas, querer que todo salga “objetivamente” perfecto, y que por tanta razón he dejado de lado la emoción.

Tal vez tenga miedo de crecer. De enfrentar sin máscaras el vivir nuevas experiencias y nuevos procesos, y caerme el en intento, y volverme a parar hasta que pueda caminar sin trastabillar. Siento que todo está ocurriendo tan rápido: tener una carrera, una pega, bienes… y por supuesto, lo que sigue en la lista ahora es obvio. Pero eso implica un compromiso tan grande que el miedo a no podérmela me bloquea en vez de significar un desafío estimulante.

Entonces entran el hastío y la decepción. No he tenido muchas variadas experiencias en lo de parejas se trata, sólo sé lo que se siente ser rechazado porque el otro quiere ser libre y andar de picaflor por el mundo. Duele, pero definitivamente es una cosquilla al lado de estos dos malditos sentimientos. Saber que alguien está cansado de mí, y que ya no ve en mí los encantos que alguna vez vio, es lo que más podrida me ha hecho sentir en la vida. Quizás porque la responsabilidad es absolutamente mía. Y peor aún, porque no sólo le he fallado a otro, sino que también a mí misma, ya que siempre he querido estar con alguien del cual esté orgullosa. Mi peor castigo: que no se sientan orgullosos de mí.

Podría decir que lo que estaba creciendo y echando raíces se derrumbó. Pero también me atrevo a decir que de la madera del árbol caído se puede construir y entibiar un hogar. Quiero volver a ser calor, pero no cualquier calor, sino que calor de hogar. Quiero volver a ser mujer, pero no cualquier mujer, sino que tu mujer. Quiero ser una vez más tu musa, la dueña de tu música, de la que te sientas orgulloso y no ocultes detrás de una careta.

Prendamos el brasero, pongamos la tetera, trae la manta y abrázame.

Quiero volver a dormir, quiero volver a tener el sueño reparador que sólo puedo encontrar en tus brazos.

A fin de cuentas, realmente necesitaba de un remezón para darme cuenta de que te sigo amando como amo a la vida misma. Gracias. Espero que puedas perdonar mi ceguera.

No hay comentarios.: